Hay que buscarse una causa para poder vivir,
no tiene que ser la mía, pero tener una causa,
puede ser la música, puede ser la ciencia,
puede ser el deporte, cualquier cosa.
Pepe Mujica
Casi a los 90 años ha muerto José «Pepe» Mujica. Se lo ha llevado un cáncer de esófago que, debido a sus enfermedades crónicas, no pudo ser mejor tratado. Vivió una vida intensa en la que fue estudiante, guerrillero urbano, preso político, congresista, senador, presidente de su país y símbolo internacional del buen gobernar.
Mujica se hizo famoso a nivel internacional por convertirse en el jefe de Estado más austero. En un mundo en el que los políticos —incluso los de los países supuestamente socialistas— son fuertemente criticados por sus hábitos de consumo o las prebendas a sus allegados, Mujica se mantuvo igual a lo largo de los años. Después de ser elegido primer magistrado de Uruguay, llegaba en su pequeño Volkswagen Fusca, de los que se conocen como «escarabajo» y regresaba en él. Siguió viviendo en la misma casa, una chacra de una sola pieza en las afueras de Montevideo, con su compañera Lucía Topolansky y su perrita lisiada Manuela. Continuó practicando casi los mismos hábitos.
Fue guerrillero tupamaro y estuvo más de una década preso. Solitario en una celda casi todo el tiempo, hablaba, para no volverse loco, con las hormigas y con un ratón que iba a «visitarlo». Pepe le contó al cineasta Emir Kusturica que parte de la persona en la que se convirtió después, se lo debe a esa etapa. «Hoy fuera mucho más superficial si no hubiera pasado por eso», le dijo. El Viejo, como también le llamaban sus vecinos, gustaba mucho de cultivar la tierra, donó parte de su terreno para hacer una escuela rural y estaba obsesionado con las personas que no tenían dónde vivir.
Se sabe que Ernesto Che Guevara y Fidel Castro eran algunos de sus ídolos, pero, como buen tupamaro, no los imitó en todo. Después de su período guerrillero, nunca buscó eternizarse en el poder. Con su popularidad quizás pudo, como varios de sus pares latinoamericanos, intentar un cambio en la Constitución para seguir en el cargo, pero no quiso. Fue muy dialogante y pactó acuerdos con sus peores enemigos.
Mujica puso en letra de solfa una lección importante para la izquierda cubana de hoy. Hay que construir con impacto. Impacto social, pero también impacto económico, impacto comunicacional. Hay que tener resultados y hay que negociar. «Para negociar hay que crear un clima», dijo alguna vez. El líder tupamaro es probablemente la marca personal más potente de los últimos años en la política latinoamericana. Se convirtió en un revolucionario pragmático. No enfocado en tener la razón, sino en lograr lo que necesitaba. Y no fue santo. Algunos le reclaman la ley de legalización de la marihuana. También tenía una lengua bien afilada. Todavía se recuerda aquella frase dicha en supuesta confidencia a otra persona sobre Cristina Fernández de Kirchner: «Esta vieja es peor que el tuerto».
Muchos militantes, un poco al extremo, le reprochan que no fue tan revolucionario porque no pudo hacer transformaciones radicales en Uruguay. ¿Acaso ese era el camino? ¿Era posible hacerlo? Uruguay después de 15 años de gobierno de Frente Amplio es una las naciones con mejores resultados en lo que respecta a calidad de vida en América Latina. Es el país más seguro, con uno de los salarios más altos y una excelente política de refugio. Incluso durante el período del gobierno de derecha de Luis Lacalle Pou, no se pudo desmantelar su Estado de Bienestar. Estamos hablando de un Estado con una fuerte política social en un mundo que va hacia el extremismo de derecha y el neoliberalismo exacerbado.
Uruguay tiene semejanzas con Cuba. Es un país pequeño, sumamente envejecido, con muy baja natalidad y flanqueado por grandes naciones (Argentina y Brasil) que, de alguna manera, siempre lo han mirado de reojo. «Un algodón entre dos grandes cristales» diría un diplomático europeo en el siglo XIX.
Cuba, que ostentó durante mucho tiempo estándares muy altos para el país hostigado y subdesarrollado que es, hace más de 30 años que no está nada bien y va en caída libre hace más de un quinquenio. El ejemplo de Mujica, para los actuales y futuros dirigentes cubanos y latinoamericanos es no aferrarse al poder, gobernar con austeridad y ejemplo, privilegiar a los más pobres y enfocarse con prioridad en los renglones económicos que más soberanía y estabilidad puedan aportar a la nación.
No es casual que la agricultura haya sido la cartera ministerial que Mujica gestionó en sus primeros pasos en el poder ejecutivo. Nuestra fortuna depende, primero que todo, de la comida. Algo destacable también del Pepe era que entendió la importancia del mercado en la economía y lo gestionó lo mejor posible. Demostró que no es la edad el problema, sino la lucidez para comprender cuál es el mejor camino para una economía de un país pequeño en estos tiempos.
Pepe se ha ido de este mundo con su formación política en el gobierno. El Frente Amplio ganó las elecciones del 2024 de forma incontestable. Pepe apoyó fuertemente a Yamandú Orsi, actual presidente de la República, a quien se le considera su discípulo. Incluso estando convaleciente fue a actos de campaña e invitó a los jóvenes a votar. Dijo en innumerables ocasiones que se debe vivir con propósito y que lo importante, en realidad, no son los bienes materiales. Lo dijo y lo aplicó toda su vida. Pepe se va admirado por toda la izquierda mundial, y hasta sus enemigos se han abstenido de atacarlo.
Ahora que el mundo lo dominan los multimillonarios sin ningún tipo de disimulo, me quedo con Pepe Mujica y su sentencia de que el hombre no nació para trabajar, no nació para pagar cuotas; la humanidad tiene que estar a la altura de su desarrollo tecnológico y para eso hay que mejorar mucho en los valores. Me quedo con el Pepe Mujica que en su jardín no cultivaba el odio porque hace perder la objetividad hacia las cosas. Me quedo con el Pepe Mujica que dijo: «Triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse y volver a empezar cuando uno se cae».
Y él, vaya si supo.
Chau, Pepe.
En el calendario cubano, mayo es un mes cargado de fechas singulares y múltiples celebraciones. Desde su primer día, marcado por el tradicional desfile que recuerda a los mártires de Chicago como tributo a los trabajadores del mundo, pasando por el Día de las Madres, el Día Internacional de los Museos y el Día de África, entre muchas otras fechas. Se trata de una agenda cargada de memorias, consignas, festejos públicos o más domésticos que se concentran en esas cinco semanas.
La incorporación a todo ello del reconocimiento en nuestro país del 17 de mayo como Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia removió ese panorama, sobre todo porque se trata de la misma fecha en la que se celebra el Día del Campesino y la Reforma Agraria. Entre las diversas reacciones que desencadenó todo ello, sirva como ejemplo del estupor con el que parte de la población cubana reaccionó, este fragmento de las décimas humorísticas creadas por Ángel Rámiz, muy popular gracias a su personaje El Cabo Pantera:
«Que esto no es chisme ni brete
y me da genio, compay,
¡con tantos días que hay
escoger el 17!
Quiero que se me respete,
se me dé una explicación:
¿Ese día mis amistades
me dicen felicidades
por guajiro o maricón?»[1]
La elección de ese día molestó, irritó, generó controversias, en las cuales algunos rememoraron que para el calendario nacional ese día fue distinguido en favor del campesinado por conmemorarse en tal fecha el asesinato de Niceto Pérez, en 1946. La supuesta contradicción entre la imagen del campesino viril, líder y símbolo del trabajador agrícola, fue un detonante que no hallaba justificación ni siquiera en el hecho de que se trataba de resaltar desde nuestro país algo fijado internacionalmente por la Organización Mundial de la Salud.
Como señala la nota que presenta en el Decimerón esos versos de Ángel Rámiz, no faltó quien rebautizara al 17 de mayo, en tono despectivo pero también desde los límites de nuestro incontenible choteo, como Día del Maricón. Y más allá de esa anécdota, hacer memoria sobre este asunto nos permite recalibrar las tensiones que, entre consignas, mitos, épica y sexualidad, han marcado la aparición, visibilidad o invisibilidad de las llamadas minorías que también componen el entramado social del país, así sea al borde o en los márgenes de la historia oficial.
En esos territorios opacos, borrosos, ambiguos, a los que solo en fechas recientes se ha empezado a mirar y estudiar sin los prejuicios que sigue padeciendo la mirada de regla y cartabón de la narrativa oficial, aún perduran incomodidades, interrogantes y tabúes, que cada vez que nos acercamos al 17 de mayo resucitan o recobran interés en las agendas y los debates acerca de política, historia, sexualidad y cuerpo nacional. Un cuerpo que ha aprendido a saberse diverso, no solo porque desde esas agendas se le brinde tal posibilidad, sino porque las condiciones extremas a las que ha sobrevivido le han permitido hallar sus propias armas y herramientas para tal hazaña.
La historia de los cuerpos sexuados ha ido emergiendo lentamente ante nosotros, gracias al empeño de investigadores, historiadores, activistas, artistas, y finalmente, gracias a la irrupción de esas voluntades y biografías en los espacios gubernamentales donde por años se pensó únicamente desde el prisma heteronormativo y patriarcal, que también fue abrazado por la Revolución.
Las normativas y la preocupación por el deslinde de esos cuerpos, por las prácticas no re/productivas ni de ganancia inmediata para la nueva causa, estallaron desde el inicio. Es el elemento que dispara sus dardos lo mismo contra los cuerpos negros y mulatos que se divierten la madrugada del puerto habanero durante los pocos minutos del documental PM (cuya censura en 1961 provocó las Palabras a los intelectuales), que contra los pasajes eróticos de El mundo alucinante, la novela que presentó Reinaldo Arenas al concurso de la UNEAC en 1967, y que no solo no ganó al premio, sino que aún no ha sido publicada en Cuba. Ese recelo también fue el que activó las redadas en la Rampa habanera, la Noche de las Tres P en 1961, o las expulsiones de las universidades y escuelas de arte de aquellos que vivían una sexualidad disidente en la misma década.
El I Congreso de Educación y Cultura formalizó ese rechazo, en 1971, y aseguró durante los años 70 un periodo de oscurecimiento y pobreza en numerosos espacios de la vida nacional durante el decenio. Esos recelos volvieron a aflorar durante los días del Mariel y la Embajada de Perú: declararse lesbiana u homosexual (el término gay no era frecuente en el habla cubana de esos días aún) era una especie de salvoconducto inmediato para quienes querían abandonar el país rumbo a los Estados Unidos, a pesar de la amenaza de golpiza, o tener que avanzar a través de una muchedumbre que gritaba ofensas homofóbicas con la misma intensidad con la que lanzaba huevos podridos contra esos «desafectos». La memoria tarda en sanar. La memoria del cuerpo también tiene su propio canal de biografías.
La memoria tarda en sanar. La memoria del cuerpo también tiene su propio canal de biografías.
Esas memorias han demorado en añadirse a la narrativa que repasa esos acontecimientos. Los libros y testimonios que en su mayoría dan fe de esos rechazos y traumas comenzaron a aparecer fuera de Cuba, ya en los 80, y la llegada de la generación de los marielitos a Estados Unidos de América abrió una brecha de información que dio pie a volúmenes y documentales (Improper Conduct, de 1984, sigue siendo el más famoso y debatido), y que desde nuestro aparato partidista se leyó o denunció como una maniobra difamatoria contra la Revolución[2].
Ha sido un proceso arduo, doloroso, en el que las zonas de apertura o la desaparición de leyes que criminalizaban la homosexualidad y la existencia de «seres extravagantes», fluctuaba entre períodos de flexibilidad intermitentes y la insistencia en recordar que el cuerpo revolucionario de ese Hombre Nuevo imaginado por Ernesto Ché Guevara era, sobre todo, un cuerpo impenetrable.
A fines de esa década, en el albor mismo de los años 90, una nueva generación de artistas había empezado a quebrar esas nociones tan rígidas, y mediante el quehacer de poetas, narradores, teatristas y figuras de la plástica, el valor de lo ambiguo, de la duda, de la necesidad de saltar sobre vetos y censuras, así como la posibilidad de que los cuerpos fueran celebrados más allá de las campañas de la zafra, las misiones internacionalistas, y otras imágenes aprobadas por el discurso oficial, consiguió hacer más respirable al país para aquellas personas que habían tenido que reprimir palabras y gestos a fin de evitar la estigmatización que, en no pocos casos, incluía el no poder optar por determinadas carreras universitarias o puestos de trabajo.
En 1989 se crea, precisamente, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), derivado del Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual, fundado a instancias de la Federación de Mujeres Cubanas, en 1974. Durante esos últimos años de la década, el rostro del doctor Celestino Lajonchere y de la doctora alemana Monika Krause se habían ido abriendo paso en programas televisivos y en otros medios, como principales voceros de la campaña de educación sexual que en sus primeros momentos estaba más enfocada en la instrucción acerca del uso de métodos anticonceptivos o la prevención del embarazo en edad adolescente, hasta llegar al gran tema tabú que era el homosexualismo.
La publicación de libros como En defensa del amor y ¿Piensas ya en el amor? convirtieron a esos títulos en best-sellers, confirmando la necesidad de una variante menos anticuada, pacata y moralizante de la sexualidad, que vino acompañada por otros materiales y películas (como Siete pecas, el filme de Hermann Zschoche sobre el amor juvenil que incluía una feliz escena de desnudos de la pareja protagónica, producido en la República Democrática Alemana en 1978) que apuntaban a un relajamiento y mejor comprensión de estos asuntos en nuestra cotidianidad[3]. Los años 90 fueron de dureza inimaginada hasta entonces, tras la caída del Socialismo del Este. En ese nuevo ámbito de carencias, Cuba se tuvo que reinventar. Y sus cuerpos también lo hicieron.
Los años 90 fueron de dureza inimaginada hasta entonces, tras la caída del Socialismo del Este. En ese nuevo ámbito de carencias, Cuba se tuvo que reinventar.
En mayo de 2008, el CENESEX sale definitivamente del clóset. La institución, ya bajo la dirección de Mariela Castro Espín, lanza ese año su segunda celebración del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, con una campaña de alcance nacional que va más allá de los muros de su sede en el Vedado, e inunda la Rampa y el Pabellón Cuba en un acontecimiento sin precedentes.
Las reacciones fueron también diversas y apasionadas, incluidas esas que pensaron que se le arrebataba al campesinado su fecha más importante. Pero se comenzó ahí a naturalizar un concepto que sin dudas relocalizó al homosexual, a la lesbiana, a las personas trans, a los pacientes de VIH/Sida y a todo ese conjunto de cuerpos diversos en el imaginario nacional.
Lo que habían logrado poco a poco los artistas y creadores, desde los primero cuentos y poemas sobre el asunto y luego Senel Paz con «El lobo, el bosque y el hombre nuevo» y su versión cinematográfica: Fresa y chocolate, hasta los atrevimientos de Ramón Silverio y su Centro Cultural El Mejunje (en Santa Clara), obtenía otro nivel de legitimidad otorgado por el peso político del linaje de la directora del CENESEX, y el apoyo logrado por ella de diversas entidades e instituciones para gestar lo que en aquel 17 de mayo apareció en los titulares no solo de Cuba, sino en numerosas partes del mundo.
De ese paso de avance, podía esperarse más. Y en cierta medida, con discusiones, aperturas, tibiezas y desafíos, eso fue lo que la comunidad cubana LGBTIQ del país vivió, dentro y fuera de los márgenes del CENESEX, hasta mayo de 2019, cuando lo conseguido y lo aún por lograr se estremeció, se detuvo, y desde mi perspectiva, no ha logrado conciliar sus extremos tras lo ocurrido aquel 11 de mayo.
A seis años de aquella marcha convocada por los activistas LGBTIQ de Cuba como respuesta a la suspensión de la Conga por la Diversidad —versión reducida del Gay Pride que el CENESEX desde el 2008 había implantado como un pequeño desfile a lo largo de varias cuadras de la Rampa— estoy leyendo el libro que el investigador y activista puertorriqueño Wilfred Labiosa publicó en 2024 bajo el título La Revolución LGBT en Cuba, aparecido por el sello Deletrea en Estados Unidos de América.
Ese día, el 11 de mayo de 2019, no existe en tal volumen, a pesar de que su autor reconoce en su epílogo que lo culminó «sentado junto a la ventana de uno de los nuevos hoteles de La Habana», en mayo de 2022. En el prólogo, firmado por Camilo García López-Trigo y Alberto Roque, ligados en un determinado momento al CENESEX, tampoco puede localizarse esa fecha.
Pareciera que, como afirmé hace un par de años, ese día nunca existió, a la manera en que Dulce María Loynaz hablaba de otra fecha en uno de sus poemas. Pero sí existió, sucedió. Y curiosamente, la ausencia en un libro como este, que se supone una guía para quien quiera conocer el devenir de las personas LGBTIQ en la historia de Cuba, lo hace mucho más visible.
Pareciera que, como afirmé hace un par de años, ese día nunca existió, a la manera en que Dulce María Loynaz hablaba de otra fecha en uno de sus poemas.
El volumen de Labiosa, quien ha visitado nuestro país con el auspicio y beneplácito del CENESEX, es su carta de agradecimiento a esta institución. Desde la propia narrativa de blanqueamiento a conveniencia de ciertos aspectos de esa línea histórica que pretende abordar, anula la existencia de libros previos e investigaciones que lo preceden para evitar enumerar conflictos y tensiones que sí han evidenciado otros estudios sobre el tema como los realizados por Víctor Fowler, Jesús J. Barquet, Alberto Abreu, Jesús Jambrina, Francisco Morán, Yoandy Cabrera, Mabel Cuesta, y otros investigadores como José Quiroga, Carlos Espinosa, Rubén Ríos Ávila o Daniel Balderston.
El título se trata de una elección cuidadosa y suspicaz que elimina referentes, se ahorra citar ciertos autores y anécdotas, y así como se extiende en tratar de explicar qué fueron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, adelantándole al CENESEX la investigación prometida sobre esos campos de trabajo forzado en los que fueron recluidos entre 1965 y 1968 homosexuales, disidentes políticos y religiosos.
Lo esbozado se limita a un mapa que incluye no pocos agujeros negros, a fin de que otras probabilidades de activismos gestados fuera de esa institución sean al menos mencionados en este libro: una visión edulcorada y suavizante que recuerda la del documental En marcha con Mariela Castro, producido por HBO durante el breve idilio entre Cuba y Estados Unidos durante la administración Obama.
No hay aquí mención, digamos, de lo que revelaron los números de la revista Mariel, de la cual fue parte Reinaldo Arenas, o de un libro como Gays under Cuban Revolution, publicado por Young Allen en 1981 y que cuenta con traducción al español de 1984. Asegura no haber encontrado libros sobre las UMAPS, aunque existan varios sobre el tema: desde la novela Un ciervo herido, de Félix Luis Viera o La mueca de la paloma negra, de Jorge Ronet, hasta otros como La UMAP. El gulag castrista, de Enrique Ross (2004), o por supuesto, El cuerpo nunca olvida, de Abel Sierra Madero, el estudio más amplio sobre ese doloroso asunto, aparecido en 2022 por el sello Rialta Ediciones[4]. Del mismo autor, Labiosa cita un artículo, pero no Del otro lado del espejo, ganador del Premio Casa de las Américas en 2006, que cubre zonas de las que asegura tampoco halló referencias.
A partir de ello, Labiosa asegura que su libro «es único, en la medida en que se enfoca únicamente en la comunidad LGBT viviendo en Cuba desde su fundación, durante la Revolución y bajo el liderato de los hermanos Castro».[5] Asegura de inmediato que «muchos (tal vez todos) los libros y proyectos anteriores han tratado la homosexualidad como datos secundarios en entrevistas, o con aquellos que huyeron de Cuba y viven en España o en los Estados Unidos, específicamente en Nueva Jersey o la Florida». Al parecer no se detuvo, en la redacción de este libro que es parte de su investigación académica, en lo que como testimonio directo de su experiencia en la Isla apuntó, por ejemplo, Ernesto Cardenal sobre estos asuntos en las páginas de su muy conocido libro En Cuba, fechado en 1974.
Tal afirmación hubiera sido creíble a mediados o fines de los 80. Ya no. De entonces a acá han aparecido testimonios, libros, artículos y documentales que amplían ese circuito de referencias, que Labiosa desconoce o prefiere eludir. Habla de Fresa y chocolate, y de documentales como Mariposas en el andamio y Gay Cuba, pero ignora otros documentales previos, como No porque lo diga Fidel Castro (1988), el primero acerca de estos asuntos que produjo la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, o En busca de un espacio, estrenado en 1993, o los de Lizette Vila en ese periodo.
El encomiable trabajo de Ramón Silverio en El Mejunje ocupa aquí todo un capítulo, pero más allá de las simpatías de ese gestor cultural y comunitario, otros espacios y creadores también han hecho su obra, contra viento y marea, para incluir esas temáticas y discusiones, no pocas veces enfrentado censura y recelos que culminaron empujándolos al exilio, no simplemente «huyendo» de Cuba.
Labiosa desconoce o prefiere no comprometerse, y «olvida» eventos, exposiciones, proyectos, obras teatrales, la rehabilitación de autores como Lezama o Piñera y Arrufat, poemas, cuentos, antologías ya imprescindibles en este tipo de repaso. Habla de la aparición en Cuba del VIH Sida y de la reclusión a la que fueron sometidos sus primeros pacientes, pero no da referencia acerca de los soldados internacionalistas que trajeron de regreso el virus, historia revelada en obras como el filme El acompañante (Pavel Giroud, 2015) o en libros de Miguel Ángel Fraga[6].
Labiosa desconoce o prefiere no comprometerse, y «olvida» eventos, exposiciones, proyectos, obras teatrales, la rehabilitación de autores como Lezama o Piñera y Arrufat, poemas, cuentos, antologías ya imprescindibles en este tipo de repaso.
Varias de sus afirmaciones no vienen de pruebas documentales o referencias precisas, acerca de la célebre canción «Siboney», asegura, por ejemplo: «compuesta por Ernesto Lecuona se considera como una de las primeras sobre amor gay», añadiendo que esa fue la «canción principal» de Esther Borja, como si «Damisela encantadora» jamás hubiese existido en el repertorio de dicha cantante, en el que fue su imborrable carta de presentación[7]. Menciona además a Pablo Milanés por su canción «El pecado original», a Amaury Pérez y a Silvio Rodríguez pero no a iconos como Bola de Nieve, Luis Carbonell, Sara González o Teresita Fernández.
Alineado a la narrativa del CENESEX, el libro de Labiosa, participante frecuente en las Jornadas de esa entidad, elude hablar del 11 de mayo de 2019, pero menciona de paso las manifestaciones de julio de 2021: «Curiosamente, miembros de la comunidad LGBT participaron en las protestas contra el gobierno cubano liderado por Miguel Díaz-Canel, en el verano de 2021, donde fueron encarceladas cientos de personas, muchas de las cuales siguen en prisión». Y se apresura en aclarar: «Las manifestaciones, que se llevaron a cabo en Estados Unidos, Europa y Cuba, fueron organizadas y subvencionadas por personas que residen fuera de Cuba. Los participantes ondearon banderas del orgullo LGBT y varios líderes llamaron la atención de noticieros de todo el mundo, pero no representan la totalidad y complejidad del movimiento LGBT en la patria»[8].
Labiosa, a quien conocí en La Habana durante una de esas visitas, trata de simplificar la dimensión de lo ocurrido en 2021 mediante una comparación poco feliz con las protestas y represalias sufridas por quienes salieron a las calles durante los días del Black Live Matters. El asunto es mucho más complicado y exige ir más allá en su análisis, tal y como dije a quienes intentaron etiquetar a lo sucedido en mayo del 2019 como un «Stonewall a la cubana».
El asunto es mucho más complicado y exige ir más allá en su análisis, tal y como dije a quienes intentaron etiquetar a lo sucedido en mayo del 2019 como un «Stonewall a la cubana».
Haciendo algunos ajustes mínimos, Labiosa apela a la misma narrativa que ante las cámaras de la Mesa Redonda del 13 de mayo de 2019 empleó Mariela Castro, junto a otros representantes del CENESEX para inferiorizar y demeritar a quienes bajaron desde el Parque Central hasta Malecón, movilizados por el simple anhelo de no perder el espacio público, el de la calle, tan simbólico en nuestro país, y que el propio CENESEX había ganado en su salida del clóset.
La intervención de la policía, la violencia de ese momento, la detención de varios activistas a los que ni siquiera se les permitió llegar a ese punto de convocatoria (el mismo en el cual, el 1 de mayo de 1995, marchamos algunos con la Rainbow Flag junto a activistas norteamericanos, para total sorpresa de los dirigentes que no nos esperaban en tal acto), y la salida posterior del país de algunos a los cuales ese cerco los llevó a esa decisión tan dolorosa, es parte de un momento que no puede invisibilizarse porque sí[9].
A seis años de ese 11 de mayo, sigo sintiendo que algo se quebró ahí que no ha podido resolverse en diálogos posteriores, ni siquiera con la aprobación del matrimonio igualitario en Cuba. Bastó ese momento, frente al malecón, para desencadenar varios síntomas: la comunidad LGBTIQ, tan preterida y silenciada, podía organizarse en una aparición de ese tipo sin la anuencia oficial; el espacio de la calle podía, de pronto, ser un canal de otras demandas y símbolos.
***
En el libro de Labiosa, que intenta incluso reducir a un diagrama de power point el complejo proceso de lo que han vivido las personas LGBTIQ de Cuba, agradezco la aparición de algunos testimonios, porque insisto en creer que eso es lo que más necesitamos: reconocer las voces de los otros, de las otras personas que han vivido en su biografía estos años de un modo íntimo, con su dosis individual de épica, a despecho de quienes no les consideran parte de un modelo de vida donde la ideología y la moral pretenden limitar los derechos del cuerpo y el deseo.
Ello no aparece en su libro, donde hay testimonios de quienes se reconozcan como parte de ese núcleo de personas, pero no de quienes trabajan y crean fuera de los límites de la institución a la que él halaga sin recatos. Fiel al título de su libro, como si parafraseara al vuelo las célebres Palabras a los intelectuales, este es un repaso en tono generalmente didáctico a la idea de «Dentro de la Revolución LGBT en Cuba todo, fuera de la Revolución LGBT en Cuba, nada». Aunque ya sabemos que la frase literal pronunciada en la Biblioteca Nacional, no es exactamente esa.
En una línea, su autor afirma algo con lo cual, al menos, estoy de acuerdo: «El futuro de la comunidad LGBT en Cuba es incierto»[10]. Pero podemos decir eso acerca de muchas otras zonas de la sociedad cubana. Por encima de la disidencia o la normatividad del deseo, la pregunta que Cuba tiene ahora mismo ante sí y toda su sociedad incluye esa incertidumbre. Las loas a la directiva del Cenesex, escritas desde la comodidad del nuevo hotel donde se hospeda el autor, no logran disimular esas tensiones que hoy nos acompañan.
Recordar este día no es insistir en la herida abierta, en el momento incómodo, ni en la maniobra de hacerle el trabajo a ninguno de los extremos aquí enfrentados. La memoria dicta su propia noción de historia y sobrevivencia, y genera su propio activismo de cuerpos y recuerdos. En mi calendario personal, el 11 de mayo contiene numerosos significados y sobre todo, muchos nombres. Los de quienes me han acompañado en el activismo desde que aparecieron mis primeros textos y desde esa comunidad me hicieron sentir menos solo, hasta los de quienes, más allá de acuerdos y disensos, han jugado roles importantes en el rostro múltiple que ahora somos, y que tras ese 2019, el 2021, la pandemia y tantas nociones de la crisis interna y externa, multiplican estos ecos en las Cubas del mundo. En esa incertidumbre, recuerdo y vivo. Esa es la batalla. De la memoria, la del presente. Y la de nuestro futuro.
[1] Fragmento de las décimas de Ángel Rámiz sobre el 17 de mayo, recogidas en Decimerón, compilación de Yamil Díaz Gómez, Premio Dador 2012, Editorial Sed de Belleza, 2016.
[2] Sobre Improper Conduct, dirigido por Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, y la respuesta que en cierta medida viene a ser Fresa y chocolate, estrenado casi diez años después, he escrito en otros artículos, como el que aparece en mi reciente libro Queer Cuban Nation, editado en México por Tilde Editores, en 2024.
[3] En defensa del amor, de Siegfred Schnabl, se edita en Cuba en 1981; ¿Piensas ya en el amor?, con un público potencial de lectores en edad adolescente y juvenil, es un libro de Heinrich Brückner publicado por Gente Nueva en 1982. Sus fotografías de cuerpos femeninos y masculinos desnudos forman parte del imaginario colectivo cubano desde aquella edición.
[4] Un ciervo herido, de Félix Luis Viera, novela publicada por Plaza Mayor en 2001. La mueca de la paloma negra es la novela de Jorge Ronet, uno de los testimoniantes de Improper Conduct, publicada en España en 1987.
[5] La cita corresponde a las páginas 15-16 de la edición en español del volumen.
[6] De Miguel Ángel Fraga pueden leerse su novela Casa cercada. Memorias de un sobreviviente, de la cual publiqué en Cuba un fragmento en el número 38 de la revista Extramuros, en 2014, y su compilación de testimonios En un rincón cerca del cielo, entrevistas y testimonios sobre el Sida en Cuba, editado por Aduana Vieja, en España, 2008. El autor presentó su novela Casa cercada, posteriormente, durante una de sus visitas de regreso a Cuba, en el estudio La Marka, el 6 de julio de 2018.
[7] Dicha afirmación, en la página 69 de La Revolución LGBT en Cuba.
[8] Las citas provienen de las páginas 113-114.
[9] El documental Gay Cuba, dirigido por Sonja de Vries, estrenado en 1996 y mencionado por Labiosa, culmina con imágenes filmadas durante esa irrupción de los activistas cubanos y norteamericanos en ese desfile del 1 de mayo, convocado en 1995 por municipios. Sin el apoyo oficial prometido, los que fuimos convocados por Stephanie Davies y otros activistas del grupo, decidimos arriesgarnos a entrar al desfile portando la Rainbow Flag, símbolo del movimiento LGBTIQ, mucho antes de que los discursos y la tolerancia oficial comenzaran a cambiar hacia una presencia pública de gays y lesbianas en actos de ese calibre político. En el libro, estas imágenes no son comentadas.
[10] La frase aparece en la página 124 del volumen.
Toda persona interesada en un buen puesto de trabajo debería tener a mano un currículum actualizado. Los cubanos, además, deberían tener también una autobiografía, y la diferencia entre las dos cosas es fundamentalmente que en el currículum no se debe exagerar ni decir mentiras. Hace muchos años ya que escribí esta autobiografía, le incluí un par de chistes conocidos (cosa que a esta altura de mi vida ya he aprendido a no permitirme) y me place decir que es uno de los textos de stand up comedy que siempre me funcionan a pesar del paso del tiempo, y que llevo bajo la manga para esgrimirlos ante cualquier auditorio. Hoy les tocó a ustedes.
Autobiografía
Compañeros, y no digo compañeros y compañeras porque estamos cortos de tiempo:
Mi nombre es Jorge Bacallao. Nací en el seno de una familia muy humilde y trabajadora y desde pequeño me interesé por el mundo del arte, en específico, el humor. Este interés me ha llevado a participar en los cinco últimos festivales del humor Aquelarre que se han celebrado, siempre como espectador.
A lo largo de mi carrera he ganado varios premios: en rifas, cumpleaños, y concursos municipales de Matemáticas. Fui monitor de Ciencias Naturales en 2do Grado, y he ayudado a numerosas viejitos y viejitas a cruzar la calle. Junto a un grupo de compañeritos, acometíamos la tarea de cruzarle la calle a todos los ancianos que veíamos, y salíamos en grupo porque había viejos que se resistían y teníamos que obligarlos entre todos a cruzar.
Desde pequeño fui hijo del maltrato; mi padre, Maltrato Bacallao, me golpeaba, pero justo es señalar, nunca me golpeó sin avisarme antes. Solía decirme: Jorgito, estate tranquilo, que te voy a dar una patada en el fondillo, que te vas a tener que llevar dos libras de pan debajo del brazo para no morirte de hambre en el aire.
Por lo general no he tenido suerte en la vida, ni con los amigos, ni con las mujeres. Cada vez que me busco un amigo, me sale bruto. Por ejemplo, el otro día yo fui a ver esta película muy triste, un drama sentimental que a mí me enternece, se llama Voltus V. Fui con un amigo mío y cuando empieza la película, como soy tan fanático y me la sé de memoria, empiezo a cantar: tarantantarán táran, tarantantarán táran tarataratantan. En ese momento, mi amigo, muy asombrado, me dice: ¡Ño! ¡Te la sabes! Cópiamela.
Y un rato después me pregunta la hora y yo le digo: «Faltan 5 para las 6», y el responde: «¡Caramba!, la 1 ya, ¡cómo pasa el tiempo en este cine!
Recientemente, con el desarrollo de la inteligencia artificial las ciudades más modernas tienen ese nuevo concepto que se conoce como «edificios inteligentes». Bueno, yo tengo amigos que son más brutos que los edificios normales, esos de microbrigada.
Con las mujeres tengo más mala suerte todavía, y eso que lo que más me gusta a mí en la vida son las mujeres. Bueno, no, hay una cosa que me gusta más que las mujeres: las mujeres de otra gente. La cosa es que no tengo suerte. Hace poco conocí a una muchacha buenísima, inteligente y bonita. Empezamos a conocernos, pero faltaba la parte íntima. Yo estaba muy embullado y resulta que me dice por teléfono con voz melosa, esa voz que invita: ven papi, que en mi casa no hay nadie. Y fui corriendo para allá, y me cansé de tocar. Era verdad lo que me dijo: no había nadie.
Desde el punto de vista familiar, soy hijo único, y este es un hecho que en mi familia ha venido repitiéndose a lo largo de la historia, al punto de que mi hermano también es hijo único. Estudié dos carreras universitarias: Matemáticas en la Universidad de La Habana, y Apreciación del Ballet, en Universidad para Todos. Tengo un sistema de valores morales bien determinado, y esto se traduce en que hay tres cosas que por principios yo no hago: No robo, no estoy con las mujeres de mis amigos, no digo en las colas que voy a hacer una preguntica para pasar y comprar.
Me gusta mucho el cine, disfruto cada año el festival del nuevo cine latinoamericano, y cada vez me llama más poderosamente la atención el auge que está tomando el fenómeno del sexo en el cine, y estoy muy de acuerdo porque hay muchas parejas jóvenes que no tienen un lugar para tener sus relaciones, y el cine viene siendo una opción barata y a veces hasta con aire acondicionado. Ahora que hablo de sexo, debo señalar que yo poseo ciertos conocimientos sobre la materia porque he estado en numerosos talleres sobre sexo, y viceversa: he tenido sexo en numerosos talleres, porque fui mecánico muchos años y como no tenía casa, dormía en el trabajo.
También me gustan las lenguas extranjeras, y es lógico, una extranjera sin lengua, es como si le faltara algo. Cuando se habla de lengua, si algo hay que reconocer es que el español es rico, por supuesto: comparado con la mayoría de los cubanos, cualquier español es rico. De hecho, los españoles menos ricos del mundo, son los cubanos que se han hecho españoles.
Mis colores preferidos son el negro clarito y el blanco oscuro. Soy aficionado a la fotografía, de hecho, soy de las pocas personas que ha logrado hacerse una selfie con el teléfono fijo. Mis libros preferidos son Cirila Valdez, de Cecilio Villaverde y Emilio Salgari, de ese magnífico escritor que fue El Corsario Negro. También me encanta El Principito, de Nicolasito Maquiavelito. Mi frase preferida: un boomerang que no vuelve, es un palo. Con respecto a los boomerangs, hay que tener en cuenta si uno se va a comprar uno nuevo, es complicadísimo botar el viejo. Mi alimento preferido: el yogurt, pero el de soya, que es el verdadero yogurt, el otro es un invento de los americanos. Y para terminar, quiero dejarles un poema, de ese genio que fue Héctor Zumbado, que trata este problema del amor, del lenguaje y de la mujer
I say you que I love you
Porque because sé well bien
Que perhaps, maybe también
Quizá tú me love me too
And I say you, oye tú
I am Romeo y la rosa
Please Marieta, marvelousa
Te lo digo very near,
without misterio my dear
please please, ponte pa las cosas